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Nací en Porcuna, un pueblo de la campiña de Jaén (España) en 1972. Me bautizaron en un fregadero, y desde entonces sigo hecha un lío. Quizás fue por eso. Total, el que esté libre que tire la primera piedra.

Iba a llamarme Laura, el nombre que quería mi madre para mí, pero por complicaciones en el postparto, y no sea que ella muriera, decidieron ponerme su nombre, Consuelo. Pero nunca me llamaron así. Mi hermana me decía "lachichina" (la chiquitina quería decir) y me quedé con ese nombre: "lachina". Me llaman "lachina" los que me conocen desde chica. 

Crecí en un patio donde las hormigas (en mi pueblo se les llama hormigos) paseaban lentamente con sus quehaceres: llevar comida, no chocar unas con otras, esquivar esquinas...Yo, desde mi altura, me daba cuenta de que no miraban nunca al cielo, sufriendo todo tipo de catástrofes: inundaciones del goteo de la manguera que se salía, los gatos que le escarbaban el hormiguero, el pisotón de Josefa que pasaba a saludar a mi abuela.... Mi abuela se llamaba Esperanza, y me contaba  y cantaba cosas de la guerra y esas canciones,  que yo escuchaba de sus ojos verdes, tan verdes como su nombre. 

De mi hermano  Luís aprendí el gusto por la palabra, y comprendí el impulso incansable de los artistas. De mi hermana Eva, la belleza, la fuerza mezclada a veces con la ingenuidad, y la necesidad imperiosa de mejorar las cosas, de actuar. 

Mi padre, mi madre...Hacer memoria ya sólo puede ser un acto de reconciliación y de agradecimiento. 

Me casé y tengo dos hijos,  un hijo y una hija. Quería vivir sola con un perro, pero cambié el guion; cosas que pasan. 

Con dieciocho años me fui a estudiar a Granada, donde sigo, como profesora en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad. Y casi todos los días tengo la suerte de cruzarme con gente que me enseña o me recuerda algo que me ayuda a seguir.

No me gustan los cumpleaños, ni las fechas, ni las fiestas preparadas con antelación. Soy ordenada y muy desordenada.

Con diez años cambié mi letra redonda por una letra alargada, parecida a la caligrafía inglesa, que estuve aprendiendo durante meses. Siempre saqué buenas notas en el cole. 

Lo demás me lo guardo en el bolsillo roto de la boca del estómago. Nada especial, como todo el mundo. 

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